La "chopito", la "tololo" y la "pedales".


Es sabido que, quienes ya sobrepasamos las seis décadas de edad, por lo general, comenzamos a recordar épocas pretéritas, sobre todo y principalmente de nuestra época de "la mili". No es una regla matemática pero suele cumplirse con cierta frecuencia. Y esos recuerdos engrosan un bagaje con desigual peso una vez que los colocamos en la "balanza" de los buenos y de los malos recurdos.

Este es el caso del que teclea estas palabras en este preciso momento. Un recuerdo que brotó de forma inesperada al conocer por primera vez el "nombre" de la persona que protagonizaría los últimos segundos del pasado ya año 2024 en una cadena televisiva. Más concretamente la conocida como "Lalachús".

Pues bien, como digo, al oir su nombre me llegó el recuerdo de una tarde cualquiera de verano del ya lejano año 1980. Acostumbrábamos a coger el autobús que nos dejaba en el madrileño barrio de Argüelles, tomarmos unas cuantas cañas (a cinco duros cada una) y sin mucho tardar, volver a coger el autobús en la calle Hilarión Eslava, destino a El Pardo.

Solíamos ir en grupo, siempre al mando de algún Cabo 1º veterano (en este relato, yo), tanto en Madrid como en El Pardo. Aquella tarde, como digo, uno de los soldados propuso continuar la "ruta" cervecera por el Pardo y aprovechar así para presentarnos a unas amigas suyas, que las definió como muy simpáticas, amables y cultas, amantes también de las "rutas" que cito. Sólo presentaban un pequeñó problema: el sobrenombre o mote por el que eran conocidas en su barrio: la "chopito", la "tololo" y la "pedales". Motes que, en honor a la verdad, llamaban poderosamente la atención, sobre todo por no asociar ese sobrenombre a su fisonomía. Básicamente sonaban a orpobio, vilipendio, escarnio o agravio.

Pues bien, llegado el momento de conocer en directo a nuestras protagonistas, resultaron ser punto más que correctas, escasas de alcances o entendederas tal vez, muy poco participativas en conversaciones que fuesen más allá del "hola qué tal" y, sobre todo, "muy cristianas", como mandaban los santos cánones en un lugar en el que sólo habían transcurrido cindo años de la muerte del hoy famosísimo General Franco.

Y digo que estas tres pretendidas amigas fueron la primera imagen que apareció en mi retina al contemplar la de esta tal "Lalachus", pues tanto la "chopito", como la "tololo" o la "pedales" no bajarían de los 350 kgrs. entre las tres. Asunto este que no tiene por qué ser discriminatorio, ni muchos menos. Claro que no.

Lo que sí que es preocupante es que en nombre no se sabe muy bien de qué, esta tal "Lalachus", bien por iniciativa propia o por imperativo laboral, se le ocurrió sujetar una suerte de cartulina con una figura parecida a un minotuaro, cabeza de vaca y corazón de Jesús (cosa que no vi, pues la 1 está comenzando a ser imposible de ver).

Siempre me ha importado un pimiento el asunto religioso, sobre todo desde que sudé tinta para aprobar Derecho Canónico hace ya bastantes años en la Facultad de Derecho, pero soy respetuoso con las ideas y creencias de cada cual. Faltaría más. Por eso no puedo dejar de preguntar a quienes alaban este gesto de Lalachús qué hubiese ocurrido si la cabeza de esa vaca hubiese aparecido en la susodicha cartulina sobre el cuerpo de Mahoma, por ejemplo. Y me pregunto más...¿por qué hubo de ser un corazón de Jesús y no el lider del Islam?.

En fin, que entre chopitos, tololos, pedales y lalachuses parace andar la televisión pública...Y lo que es peor, su correspondiente y adoctrtinada masa televisiva de auditores. ¿Qué mejor que introducir elementos disruptivos o disociativos para acabar con rutinarias tradiciones?. Con todo, si hemos de respetar la libertad de opinión, habremos de hacerlo en todas sus direcciones.