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Hace 49 años

 

Sólo habían transcurrido dos días desde la muerte del General Franco. La incertidumbre en el seno de la sociedad española era un hecho constatable en multitud de ámbitos. El testamento leído por Carlos Arias Navarro, el entonces presidente del Gobierno, no hizo sino aumentar la desazón de desconocer lo que el futuro deparaba a España. ¿Qué iba a ser de nosotros?.

Dos días más tarde, en una solemne sesión, fue tomado juramento al que iba a ser Rey de España, una figura casi desconocida en las últimas cuatro décadas y solo estudiada en los colegios y universidades como una parte de nuestra historia.

Recuerdo esa fecha con la típica nostalgia de quien ha recorrido ya gran parte de las etapas de la vida y remomera todos y cada uno de los acontecimientos vividos.

La tarea que afrontaba Don Juan Carlos I no era ni mucho menos fácil. Se antojaba descomunal. La España de entonces era en un alto porcentaje afin a la dictadura, o al menos eso aparentaba ser, viendo lo que se vio en el sepelio del General Franco.

Pero el juramento del Rey, retransmitido en la 1 de Televisión española (la otra cadena era la 2) vino a sembrar la ilusión, la esperanza y el optimismo en el desorientado pueblo español. Tal fue así que el Rey comenzó a adquirir una imagen, conservada mucho tiempo, muy popular...sobre todo por lo acontecido unos años más tarde, un 23 de febrero, en el Congreso de los Diputados, cuando numerosos guardias civiles, al mando de un teniente coronel, irrumpieron en el hemiciclo de forma violenta, haciendo contener la respiración a todo el país.

Eran otros tiempos. Hoy, con su figura enviada al ostracismo, bien por méritos o deméritos, la imagen de Don Juan Carlos I está tan sumamente deteriorada que la Casa Real, de la que está ahora al frente su hijo, Don Felipe VI, tampoco lo tiene fácil, al igual que en los primeros años del reinado del emérito.

Sin embargo, lo vivido el pasado domingo 3 de noviembre en Paiporta, en un trágico contexto por la catástrofe provocada por la dana, ha supuesto un plus de proximidad del pueblo hacia la Casa Real, contando con la inquina que hacia el Rey surge desde La Moncloa. La gestión que de esta crisis está llevando a cabo Su Majestad Don Felipe puede calificarse de extraordinaria y puede suponer su consagración como verdadero Rey de todos los españoles tras una década de reinado. 

Atrás queda ya el anterior monarca. Por delante, la Princesa de Asturias Doña Leonor. Y hoy, un enrarecido ambiente político, presidido por presuntos (aunque muy graves si se demuestras) actos de corrupcón, el fraccionamiento exacerbado de ideologías, "el fango", "los bulos", las querellas, la incompetencia e ineptitud de muchos políticos nacionales, autonómicos y locales, y un panorama que en nada envidia al vivido a finales de la década de los años 70 del siglo pasado ya.

Los españoles, en la historia, siempre hemos sabido afrontar duros golpes y levantarnos, una y otra vez, para reponernos. Hoy es el turno de estos pueblos valencianos que han sufrido y siguen sufriendo las trágicas consecuencias de esta dana. Y si de algo pueden estar seguros, es de que la Casa Real nunca les dejará abandonados, con su presencia, y con el envío de los únicos efectivos sobre los que tiene mandato real.

Y se me preguntará, ¿por qué este panegírico de la Monarquía?. Muy sencillo de responder. Porque es la institución cuyo orígen se remonta al nuestro propio, y porque las otras dos experiencia republicanas que hemos tenido, todos sabemos cómo acabaron. Creo que es suficiente argumento...aunque hay más.

Gracias por leerme.