Jesús fue una de ellas en el mío y en el de todos los que asistimos a su despedida, pues mientras brindábamos con cava por él en su última morada, tal y como él deseó, y junto a Edurne, su esposa, y sus hijas Cayetana, Jimena y Valeria, una agradable sensación recorrió nuestros pensamientos, de modo tal que ni el viento ni el agua consiguieron vencernos. No queríamos movernos. No podíamos. Jesús estaba ahí, se sentía con su característico humor, con su sempiterna y socarrona sonrisa...Sonrisa que no perdió ni en los últimos días de su andar por ese camino, dándonos un extraordinario ejemplo de las cuatro clásicas virtudes: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
Decía Platón que "cuando la muerte se precipita sobre el hombre, la parte mortal se extingue;pero el principio inmortal se retira y se aleja sano y salvo". La parte mortal de Jesús se ha extinguido, pero su principio inmortal continuará, pues su legado y su huella jamás se borrarán de nuestro recuerdo.
A vosotras, Edurne, Cayetana, Jimena y Valeria, dirijo este pensamiento, pues también nos disteis magistral lección. No podía ser menos, pues sois las principales herederas de su inconmensurable legado.
Va por vosotras, con humildad y espontáneo recogimiento.