La Semana Santa en Pinseque, un pueblo tranquilo de la provincia de Zaragoza, se transforma durante estos días en un escenario de profunda tradición y fervor religioso. Declarada Fiesta de Interés Turístico de Aragón en 2017, su celebración destaca por la singularidad de sus actos y la implicación de sus vecinos.
Desde el Domingo de Ramos, las palmas y los ramos de olivo bendecidos anuncian la llegada de la Pasión. Pero es a partir del Jueves Santo cuando la Semana Santa de Pinseque adquiere su carácter más distintivo. Por la noche, la iglesia se convierte en el epicentro de una tradición conmovedora: la "noche de espera". Jóvenes del pueblo, ataviados como alabarderos, custodian el Cristo Yacente durante toda la noche, recreando el ambiente de la época romana. Su silencio y respeto llenan el templo de una atmósfera solemne y recogida.
El Viernes Santo es el día central. La procesión del Santo Entierro recorre las calles de Pinseque en un silencio respetuoso, roto únicamente por el sonido grave de los tambores y las cornetas. La Cofradía de la Santa Cama del Señor y Dolores de Nuestra Señora, la más antigua y activa del pueblo, organiza con esmero cada detalle. Uno de los momentos más emotivos es el "baile" a la Cama en la Plaza Mayor. Con la plaza en penumbra, los cofrades rinden homenaje al Cristo Yacente con movimientos lentos y reverentes, un acto de profunda devoción que estremece a los presentes.
El Sábado Santo se dedica a la Vigilia Pascual, una celebración llena de esperanza y luz que anticipa la alegría del Domingo de Resurrección.
Por último, el Domingo de Resurrección culmina la Semana Santa con una misa solemne, marcando el triunfo de la vida sobre la muerte.
La Semana Santa en Pinseque no es solo un conjunto de actos religiosos, sino una manifestación cultural que se transmite de generación en generación. La participación activa de los vecinos, el respeto por las tradiciones centenarias y la atmósfera de recogimiento y devoción la convierten en una experiencia única y memorable para quienes la viven. Es un tiempo para la reflexión, la comunidad y la conexión con una historia religiosa profundamente arraigada en el corazón de este pueblo aragonés.