26 de marzo de 1827

 

Fallece en Viena (Austria), el compositor alemán y genio de la música clásica, Ludwing van Beethoven, considerado como el principal precursor de la transición del clasicismo al romanticismo.



Si vis pacem, para bellum

 



Se atribuye al autor romano Publio Flavio Vegecio la frase "si quieres la paz, prepárate para la guerra". Este autor quería significar que para garantizar la paz era necesario prepararse para la guerra. Una idea que ha sido fuente de "inspiración" para diseñar estrategias de seguridad a lo largo de los siglos. En nuestros días se conoce como "disuasión".

La frase aparece en el tratado "De Re Militari", escrito por Vegecio en el siglo IV a.C. Desde entonces, suele traerse a colación cuando, por algún motivo, suenan "tambores de guerra". Y esto, según los medios de comunicación, parece ser lo que está ocurriendo en estos precisos momentos.

Es un dato empíricamente contrastable que la Humanidad, desde que es tal, no ha sabido convivir en paz más allá de un siglo, dos a lo más. Desde que los primeros Homo Erectus comenzaron a tener disputas territoriales hasta nuestros días, muchos han sido los conflictos armados, utilizándose desde piedras y cantos rodados hasta la más sofisticada tecnología. Y esto es otro hecho que no deja lugar a la duda.

Hoy, desde la Unión Europea, nos están "invitando" a tener en nuestras casas un "kit de supervivencia" para hacer frente a posibles catástrofes, incluyendo la guerra. Y lo aconsejan para las primeras 72 horas. Lo que no explican es qué ocurriría pasado este breve espacio temporal.

Así las cosas, la respuesta a lo que ocurriría es muy sencilla. Sólo sobrevivirían las tribus que todavía existen en el corazón del Amazonas o en el centro de África, alejadas ambas de todo tipo de contacto con la "civilización", ajenas a los intrincados movimientos de los "poderes políticos".

Pero que no cunda el pánico. Por el motivo que sea, que esto es materia muy susceptible de ser opinada, el cada vez más renombrado "rearme europeo" no es sino una estrategia que esconde algún interés oculto muy distinto del de hacer frente a una hipotética conflagración mundial que, por cierto, sería la última...todo sea dicho. Cosa esta última que viene a corroborar de nuevo la frase con la que empezamos este relato. 

Que están ocurriendo en la actualidad conflictos en determinados lugares del planeta es una hecho. Siempre ha sido así. Pero prepararse para una guerra que supondría, como hemos dicho, el fin de los días "civilizados", es otra cuestión.

La última guerra mundial, la segunda, dejó claras las consecuencias. No nos preparemos para otra. De lo contrario, ni los actuales Putin, Trump, Von Der Leyen y resto de "personalidades" encontraría refugio, ni debajo de las piedras.

Cambiemos entonces la frase de Vegecio por otra más amigable: "si queremos la paz, preparémonos para la paz".

Y la historia se repite...



Entre los años 264 a.C. y 146 a.C., una potencia establecida, Cartago, y otra emergente, Roma, estaban llamadas a colisionar por el dominio del mar Mediterráneo. La guerra era inevitable...y tres fueron los enfrentamientos hasta que Cartago fue arrasada y eliminada de los mapas del entonces mundo geográfico conocido.

Las Guerras Púnicas, ni fueron las primeras, ni serán las últimas. Para afirmar esto último basta con asomarnos a la historia de los siglos transcurridos desde la legendaria controversia entre Roma y Cartago. ¿Acaso la humanidad no ha conocido desde entonces multitud de conflictos bélicos, entre los que se encuentran los más devastadores como la primera y la segunda Guerra Mundial?.

Es una constante histórica que los seres humanos, por diversas motivaciones entre las que sobresalen las económicas y geo-políticas, siempre han acabado de solventar sus conflictos de intereses de gran escala a través de la guerra. Bien es verdad que en el actual grado de desarrollo del Derecho internacional, esa tendencia parece estar perdiendo fuelle. Pero a pesar de ello, en estos últimos días, la sombra de Marte, dios romano de la guerra, parece volver a planear sobre la faz de la Tierra.

Una circunstancia nos separa y diferencia de guerras del pasado con la que podría volver a desatarse, viendo lo visto: esta circunstancia es que "sería la última".

Los señores Trump y Putin parecen estar llamados a representar de nuevo los papeles de Anibal Barca y de Publio Cornelio Escipión el Africano (o viceversa). Pero esta vez, tenebrosamente vinculados por un interés común: el dominio no ya del Mediterráneo, sino del resto del planeta.

Así las cosas, ¿sería más temible una guerra comercial a gran escala que el bombardeo mutuo y sin solución de continuidad de Oriente y Occidente?. Ambas manifestaciones comparten connotaciones definitorias, pues los daños colaterales también se contabilizarían en ambas versiones en número de muertos, directa o indirectamente.

Estados Unidos, Rusia, Europa en medio y China merodeando por los alrededores de estos tres bloques parecen estar, como digo, llamados a "medirse". La cuestión que más preocupa: el motivo, la motivación, el "casus belli".

Con todo, no es momento de ser pesimista. Todavía quedan (o quedamos) seres humanos que creen (o creemos) en que "el hombre no es un lobo para el hombre", llevando la contraria así a Hobbes.